El amor no puede quedar recluido en un solo lugar, el Señor nos pide que vayamos a todas partes y ésta, como muchas otras veces, se lo pide a la Hermana Lully. Ahora otros podrán recibir de sus manos y de su corazón la buena noticia que dará también con su palabra y con la atención a los más necesitados de abrigo, comida y cariño en Cristo. Seguramente hay hermanos que están necesitando de su fidelidad, de su sencillez, de su trabajo desde lo comunitario, que siempre la han caracterizado.
La Hermana Lully hizo parte de las primeras Hermanas que vinieron por primera vez al Ecuador, pudo regresar nuevamente a este hermoso País, tuvo la fortuna de experimentar y reconocer el fruto de su “primera cosecha”.
Dios te siga acompañando en tu nueva misión, y si, aunque en silencio… nos has demostrado que la obediencia es la voluntad de Dios; sabemos que la vida es un instante, hecha de grandes y pequeñas cosas, de la atención en reconocer a Jesús en estos acontecimientos.
Él te lleva a una nueva misión, a la que has sido llamada para acompañar a otros hermanos que necesitan de tu presencia, una presencia a la vez discreta y reconfortante; pero gozosa.
¡GRACIAS! Sí, gracias de nuevo por el testimonio de vida que nos dejas, testimonio de vida religiosa, por ser una presencia gratuita que respira el amor de Dios y que pone de manifiesto que la felicidad no consiste en hacer o en tener, sino en ser sencillamente testigo y espejo de Dios.
María Madre y Maestra de la Iglesia acompañe tu camino.