Algunas hermanas sintieron el llamado a ser, dentro de nuestra familia religiosa, como "Moisés en la montaña", en oración por el mundo entero y por nuestras comunidades. La soledad no las separa, sino que las enriquece de compasión y ternura y, a menudo, con su capacidad de escuchar y de estar cerca a los demás, son como un puerto para aquellos que buscan refugio en el Señor.