En la Carta a los consagrados para el Año de la Vida Consagrada (29/11/2014) el Papa Francisco invitó a todas las "familias carismáticas" a recordar con gratitud "sus comienzos y su desarrollo histórico"; también hizo un llamado a los laicos, especialmente a los que "se sienten interpelados, en su condición laical, a participar en la misma realidad carismática" de un Instituto religioso, a "conocer las experiencias de otras familias carismáticas", para "enriquecerse y sostenerse entre sí."
Esta llamada del Pontífice ha puesto en marcha un camino hacia el redescubrimiento y la valorización de la presencia de los laicos no solo "al lado", sino "dentro" de las familias religiosas.Es un desarrollo necesario de los carismas. De hecho, cada carisma, puesto en las manos de un fundador o fundadora, está destinado a todo el pueblo de Dios; solo si es aceptado y llevado a la vida, en comunión y autonomía por los diversos componentes del pueblo de Dios, puede liberar todo su potencial.A lo largo de este camino, entre los religiosos y los laicos que comparten el mismo carisma están madurando relaciones basadas en la comunión y la complementariedad.El conocimiento y el aprecio mutuo, la simpatía por las personas y por los respectivos caminos , el intercambio de dones: son los requisitos previos para la puesta en práctica de misiones conjuntas, por testimonios eficaces de la vida bautismal enraizados en el Evangelio de Jesús, en la Iglesia para el servicio a los demás.