Consagradas de "Ecclesia Mater"

Consagración laical en la Asociación de los Hijos de la Iglesia

El número 7.2 del Estatuto de la Asociación de los Hijos de la Iglesia dice lo siguiente: " Los consagrados y consagradas laicos “Eccclesia Mater” intentan expresar la maternidad de la Iglesia siendo fermento de vida evangélica en el mundo.

Como seglares consagradas dentro de la Asociación de fieles, nos proponemos vivir, con el Espíritu de las “Hijas de la Iglesia” nuestra consagración en el mundo, expresando en nuestra vida el amor de Cristo, la esponsalidad y la maternidad de la Iglesia. Concientes de nuestra consagración bautismal y de la especial llamada de Dios a consagrarle la vida, nos sentimos especialmente unidas a la misión de la Iglesia, que apremiada por el amor de Dios al hombre, es consciente que tiene que prolongar la Encarnación del Verbo y continuar en el tiempo, su obra redentora.

Las palabras de la Oración Sacerdotal de Jesús, nos resuenan dentro como referidas de manera especial:  estar en el mundo, para el mundo, sin ser del mundo. Mundo es una palabra clave para comprender nuestra vocación de consagradas en la Iglesia, porque estamos llamadas, como dice el Concilio Vaticano II a colaborar en la santificación del mundo, obrando desde dentro, como fermento.

Uno de los rasgos de nuestra identidad  es precisamente la  SECULARIDAD. En ella encontramos el campo, el estilo, los valores y el modo de encarnar nuestro amor a Dios y en él al prójimo, para que todos puedan experimentar la alegría de ser hijos de Dios.

Encarnarse en el mundo significa para la seglar consagrada de Ecclesia Mater. Ejercer la maternidad espiritual de la Iglesia, desaparecer dentro de la realidad para transformarla, ofrecerla, asumirla y darle vida; siendo sal, luz y levadura. Sal, luz, levadura, tres elementos que conllevan la capacidad de diluirse y desaparecer en otras realidades, para cambiarlas en profundidad. En el organizar nuestra vida nos sentimos animadas por el deseo de responder a la vocación recibida, acogiendo la propia realidad familiar, de trabajo, eclesial como don de Dios y lugar de santificación y encuentro conlos hermanos.

Como  personas CONSAGRADAS, es decir, como mujeres profundamente enamoradas de Dios, que viven su pertenencia a Cristo como nucleo central de su existencia, queremos entregar toda nuestra vida a Quien nos ha amado primero; y sumergidas en el mundo, colaborar para que “la familia humana se convierta en la familia de Dios”, como decía nuestra Fundadora.

La vida consagrada puede ser vivida con modalidades diversas, pero es siempre llamada a vivir un amor radical.  Nosotras lo vivimos en el mundo, sin que nada exterior nos distinga de los demás, a través de la profesión privada de los consejos evangélicos y nos comprometemos a vivir como Cristo un amor pobre, casto y obediente. Como consagradas en el mundo vivimos nuestra donación a Dios con discreción, al tener como objetivo específico el de orientar segun Dios la realidad temporal.

Aspiramos a vivir nuestra secularidad consagrada en la Iglesia Madre, en comunión con María, que con su “Sí” valiente y humilde hizo posible la Encarnación del Verbo.