Reina de la Paz
Desde 1975 se nos ha confiado el cuidado y la animación litúrgica del Centro Eucarístico Diocesano de la "Iglesia del Carmen". La Comunidad, que lleva el título Mariano de "Regina Pacis", actualmente está formada por dos Hermanas.
Nuestra presencia en la Diócesis tiende, con sencillez y alegría, a "llevar a Cristo el mundo y el mundo a Cristo". Junto con los laicos del Grupo Litúrgico, que comparten el carisma de Madre María Oliva, realizamos y decidimos en plena armonía las diversas iniciativas. Un punto de referencia inmediato para el grupo de Adoradores, que se alternan durante el día en la oración de Alabanza e Intercesión, es el Capellán del Centro. La oración de adoración se hace todos los días por las necesidades de las parroquias de la Ciudad, del Presbiterio Diocesano y por las intenciones del Papa y del Padre Arzobispo.
El tiempo de la Adoración es un tiempo de gratuidad en el que podemos comprender día tras día, al escuchar la Palabra, en la oración de la Iglesia y en la contemplación de la Eucaristía, los diferentes matices del amor del Padre.
La Palabra explica y el Pan partido y compartido nos sostiene en la vida diaria y nos ayuda a crecer en el sentido de pertenencia a la Iglesia, una familia en la que cada uno es bienvenido y acogido en su realidad como una criatura aceptada y amada por Dios.
Todos los jueves a las 7:00 p.m., la oración de Adoración se anima con la presencia y el canto de Grupos, Movimientos y Agregaciones Eclesiales; al final, se da un pequeño signo a los presentes, recordando el momento vivido y el compromiso comunitario asumido.
Vivimos momentos de fraternidad con los invitados y amigos de la "Sopa de San Lorenzo", portadores de discapacidades físicas y psíquicas, pero ricos en humanidad y capaces de grandes arrebatos emocionales. Con ellos rezamos, cantamos, jugamos, con sencillez, con la alegría de dar alegría a Dios.
Evangelizar en la escuela es comunicar la alegría de haber conocido al Señor vivo y presente y de haberlo descubierto como compañero de viaje en todas las circunstancias de la vida. Compartir la vida es aprender a ser niños y hermanos unos de otros, "gotas de luz" que muestran a todos el camino que lleva a Cristo.