María Oliva nace el 26 de marzo de 1893, en Castelfranco Veneto (Treviso). Era Domingo de Ramos, que aquel año era el día siguiente de la fiesta de la Anunciación. El nombre de María Oliva recuerda estos dos acontecimientos. Es la cuarta de nueve hijos.
Sus padres, José Antonio Bonaldo e Italica Dionisia Bianco, llamada "Gioconda", tenían un restaurante debajo de los pórticos, en el centro histórico de la ciudad, hasta que se trasladaron al pueblo de Bassano del Grappa, el 1 de diciembre de 1893, donde adquieren el hotel “Stella D’oro” [Estrella de oro].
María Oliva, vivió una infancia feliz y en estos años conoció el amor a la Eucaristía, a la Virgen y a los pobres, que le había sido transmitido por su madre, quien muere en 1904 cuando daba a luz a su noveno hijo, que tampoco sobrevivió. La alegría y la tranquilidad de María Oliva desaparecen y esta grave pérdida marca su adolescencia.
En el mismo año entra al Colegio de las "Canosianas" de Treviso, en el que frecuenta las escuelas técnicas, que deja a los 14 años para proseguir sus estudios en Venecia, obteniendo el Diploma de Magisterio.
La joven maestra recibe el primer encargo de enseñanza en las escuelas primarias de "Castello di Godego" (Treviso) y sucesivamente en otros pueblos limítrofes. Inteligente, culta y creativa se dedica con extraordinarias capacidades pedagógicas a sus alumnos; atenta y sensible, da su sueldo a los pobres a quienes llama “los Jesús”.
En 1911 se traslada a Castelfranco donde encuentra y conoce a un joven pintor veneciano, con el que desea formar una familia.
A través de un acontecimiento imprevisto, Dios irrumpe en su vida, transformándola enteramente. El 22 de mayo de 1913, Fiesta del Corpus Christi, María Oliva decide participar a la procesión eucarística. Ella misma narra el suceso así: “Tenía veinte años cuando, con ocasión de la fiesta del Corpus Christi, sentí el deseo de participar en la procesión, pero el sólo hecho de pensar que tenía que afrontar las burlas de ciertas personas, me lo impedía, mi amor propio no quería, absolutamente, que yo participara. A la procesión se agregaban pocas personas y quienes participaban eran señalados como “beatos”. Llegamos a la plaza del "Giorgione". Allí el Señor me esperaba para pagarme como Señor. Cuando el sacerdote alzó la Hostia Santa para bendecir, yo no lo sé...: entendí a Jesús, tuve una idea clarísima del Cuerpo Místico, me sentí transformada, el cielo estaba todo en mí, las cosas de la tierra me parecieron tristes y vanidad todo aquello que no pertenecía a Dios. Regresé a casa sintiéndome otra. Antes de quitarme el velo, escribí en mi diario que me haría religiosa”.
Convertida al amor, llena de alegría incontenible, abandona inmediatamente el proyecto del matrimonio. Había sido conquistada por el ideal de la consagración a Dios y por la intuición de dar vida a una nueva Familia Religiosa, toda dedicada al servicio de la Iglesia; pero no es comprendida por su director espiritual, quien le dice que en ella no ve un instrumento apto para un proyecto semejante. Continúa, por tanto, en la enseñanza como maestra, sacrificando su voluntad a través de una obediencia heróica.
Durante la primera guerra mundial, mientras se encuentra como prófuga con sus familiares en Portiolo (Mantova), cultiva el deseo de conocer la Sagrada Escritura y crece en ella el amor a la Palabra de Dios y a los hermanos, todos miembros del cuerpo de Cristo. Concretiza las primeras experiencias y se dedica a un intenso trabajo de evangelización de los niños y de los jóvenes.
En octubre de 1920, a los 27 años, por obediencia a su director espiritual, María Oliva ingresa en la comunidad de las Hijas de la Caridad Canosianas, en Treviso. Allí emite los primeros votos el 7 de septiembre de 1923 y el 24 de octubre de 1928 hace la profesión perpetua.
De 1924 a 1928 frecuenta el Instituto Superior de Magisterio en la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán, donde en 1930 consigue la Licenciatura en Filosofía y Letras, con las máximas calificaciones. El título de su tesis: “La Virgen en el Humanismo”.
Llega a ser Directora del Instituto de Magisterio de las "Canosianas" en Treviso, vive intensamente, con gran responsabilidad, dedicación y creatividad, su servicio como educadora. Elabora un “Proyecto Educativo” y otros escritos, poesías, oratorios, representaciones para varias fiestas y circunstancias, ya sean del colegio o de la comunidad religiosa.
Vive comprometida la vida canosiana, no obstante su frágil salud insidiada por la tuberculosis, lo cual no aplaca en María Oliva el continuo reclamo interior de dar vida a una nueva familia religiosa.
Confía a sus superioras esta inspiración, y después de muchos años de espera, de oración, de esperanza, la autorizan para que la presente por escrito.
En 1934 escribe los “33 foglietti (hojitas)” en los que indica las líneas de la espiritualidad de las futuras Hijas de la Iglesia. Después de sufridos y diversos acontecimientos, María Oliva encuentra al Patriarca de Venecia, el Cardenal Adeodato Piazza, quien comprende el proyecto y hace las respectivas diligencias para que la Superiora General de las Canosianas autorice el experimento de la naciente comunidad.
María Oliva, junto a cuatro jóvenes, da inicio a la “Obra” de las Hijas de la Iglesia, en la casa general de las Canosianas, en Roma, el 24 de junio de 1938.
Madre María Oliva con permisos renovados anualmente por parte de la Santa Sede, puede permanecer con sus hijas, encargándose de su formación.
Durante los siguientes años, a pesar de las estrecheces del comienzo y las dificultades de la segunda guerra mundial, la familia se difunde en varias localidades de Italia. El 11 de abril de 1943 muere Olga Gugelmo (Venerable Sierva de Dios), a quien la Madre esperaba confiar la dirección de la pequeña familia, porque ella no puede asumirla puesto que está impedida a causa del voto que ha hecho de permanecer Canosiana para siempre .
El Cardenal Piazza pide personalmente al Papa Pio XII que María Oliva sea dispensada de ese voto, y concede la aprobación diocesana de la nueva congregación el 21 de abril de 1946.
Por expreso deseo del Papa, la Madre pasa a la congregación fundada por ella, pronunciando la profesión perpetua el 2 de agosto de 1946, llegando a ser así Madre y Superiora General de las Hijas de la Iglesia.
Ya de Derecho Pontificio desde 1949, en 1957 la Congregación recibe la aprobación definitiva de las Constituciones y en los años sucesivos vive una notable expansión numérica, territorial y apostólica.
La época del Concilio encuentra a la Madre atentísima al nuevo camino eclesial. Las grandes Constituciones del Concilio Ecuménico Vaticano II sobre la liturgia, la Iglesia, la Palabra de Dios, la Misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo, la colman de alegría porque encuentra confirmada y explicitada la intuición carismática que ella había recibido del Espíritu en el 1913. A través de la Editorial de las Hijas de la Iglesia y las revistas “Ecclesia Mater” y “Mater Ecclesiae” difunde tales documentos para que el Misterio de la Iglesia sea conocido y amado por todos. Además es premurosa en promover y sostener la colaboración con los laicos, a quienes ve revestidos de una especial vocación-misión eclesial para los nuevos tiempos.
Estos son los años en los cuales la Madre responde a la exhortación de la Iglesia a comprometerse en otros continentes. Envía a sus hijas a Bolivia, Brasil, Colombia, Argentina, Norte América, India, lugares donde urge la evangelización y formación cristiana, entre los más pobres y necesitados.
Madre María Oliva del Cuerpo Místico regresa al Padre el 10 de julio de 1976. El 17 de junio de 1987 el Cardenal Poletti abre en Roma el “Proceso Informativo” para la causa de beatificación, clausurado por el Cardenal Ruini el 15 de septiembre de 1992. El Papa Francisco el 9. 12. 2013 reconoce la heroicidad de sus virtudes y la declara Venerable.
Sus restos mortales reposan al lado del altar de la Casa General, en Roma-Italia.
Delante de María Oliva nos encontramos como envueltos por un sentido de misterio que nos enmudece y obliga a detenernos, como si estuviéramos frente a una belleza luminosa.
Es una mujer completamente sumergida en Dios, sus ojos contemplaban de verdad otro mundo a la luz de Dios. Una mujer de nuestro tiempo que, mirando a la Iglesia, ha sabido fundir en su vida los opuestos: grandeza y pequeñez, fortaleza y suavidad, escondimiento y esplendor, contemplación y acción.
Madre María Oliva llega al vértice de un camino de fe que entrega no sólo a sus hijas sino también a los laicos. Igino Giordani, ahora Siervo de Dios, en 1977 escribe a las Hijas de la Iglesia: “No termino de agradecer a Dios por el privilegio que me ha hecho al encontrar en medio de la política, a una Santa que me interpelaba a los valores del Espíritu, me ayudaba a vivir la Iglesia”.
María Oliva es una criatura llamada por el Amor a vivir el Amor y a comunicarlo. Ha respondido con creatividad a la inspiración recibida durante la procesión del Corpus Christi amando y sufriendo por la humanidad y por la salvación del mundo.
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