Las páginas publicadas en este volumen transmiten el anhelo de M. María Oliva, madre y fundadora de las Hijas de la Iglesia. En ellas, la Bonaldo, ahora convertida con el "nuevo nombre": "del Cuerpo Místico", traza las líneas principales del ser y de la acción de su familia religiosa.
Con una mano maestra, define la fisonomía exacta, que se percibe en la escucha del Espíritu, de la nueva Congregación. Más bien alérgica a las normas jurídicas, incluso cuando enumera los principios y las normas de la vida práctica, sin darse cuenta se abandona a la "unción" del Espíritu, al dejar que El enseñe y guíe. Así, las "hojitas" a menudo se vuelven sabrosas contemplaciones, animadas sustancialmente por la Palabra de Dios.
Parece que en toda la opereta la Madre tiene la determinación de dejar hablar ese Espíritu, que en el pasado lejano, había tenido la maravillosa iniciativa de la nueva Obra; o mejor dicho, que le había comunicado, en la plenitud de los tiempos, el plan de amor que la Trinidad desde la eternidad tenía como regalo para una hora especial en la Iglesia.
«33 hojas» son un gran regalo para toda la Congregación. Constituyen el comentario más calificado a las Constituciones, que dependen esencialmente de este librito. Y, sobre todo, son un retorno a las fuentes de ese Espíritu, cuya recepción es un secreto de fidelidad, de vida, de alegría.
En este libro Madre María Oliva describe la vida de una persona rica en dones naturales y dones sobrenaturales: Olga Gugelmo.
También se esboza el modelo de vida religiosa al que aspira toda auténtica Hija de la Iglesia. Aquí se mencionan algunos de los rasgos más importantes de ese modelo. Contemplar y actuar; o actuar contemplando: en la vida cotidiana, dentro o fuera del hogar, cada trabajo, incluso el más sencillo, el más humilde, el más insignificante, el más oculto, debe realizarse siempre como el cumplimiento de un deber, como una expresión de amor, como una colaboración con Dios, Creador y Padre, y con Cristo Redentor.
Y mientras describe la vida de Olga, María Oliva demuestra un susulto de sincera alegría al comprobar que este era el ideal hacia el que su hija tendia siempre
Olga, en este texto es presentada en los cortos años de su viaje en la tierra; su aventura sigue el recorrido de la vida cotidiana sencilla, el terreno privilegiado en el que cada uno de nosotros debe recorrer el camino de regreso al Padre. Su compromiso de mujer cristiana, ante todo, maestra y apóstol comprometida en la acción católica, se ha realizado en los últimos cinco años de vida en un camino inédito, dentro del naciente Instituto de las Hijas de la Iglesia. Siendo dócil al Espíritu, Olga ha encarnado alegremente el ideal de Hija de la Iglesia por el Bautismo, y también por su consagración religiosa específica, que la ha impulsado a profundizar y vivir más y más conscientemente del don recibido.
La vocación, la vida y la muerte particular de Magdalena, ofrecen a la Fundadora, María Oliva, el primer motivo, la razón principal, para presentarla a todo el Instituto -junto con Olga de la Madre de Dios- como el modelo inspirador de su existencia en Iglesia.
En este sentido, no está fuera de lugar decir que, a los ojos de la Fundadora, Magdalena fue quien contribuyó para fortalecer la universalidad ecuménica de la Iglesia en el Instituto de las Hijas de la Iglesia.
Por lo tanto, la semilla ecuménica sembrada por Magdalena atraviesa todo el cuerpo de las Hijas de la Iglesia, convirtiéndose así en una parte integral del código genético del Instituto.
Esta pequeña biografía de Emma Moser fue escrita por la Madre María Oliva Bonaldo, Fundadora de las Hijas de la Iglesia, para dar a conocer a una niña, aspirante de la misma Congregación, que ofreció su vida por el Concilio Vaticano II, en respuesta al llamamiento a la oración del Papa Juan XXIII dirijido a todos los niños del mundo.
Respiremos a María es una obra de la madurez de Maria Oliva Bonaldo; se puede decir que es la síntesis de cuánto ha sido capaz de comprender y vivir del misterio de Dios y de la Virgen María. Por lo tanto, no estamos frente a una discusión teológica sistemática; se trata de una "contemplación" admirada de lo que el Señor ha logrado en María y empuja a comprometerse en la realización del camino de la plena adhesión a Él, que es la santidad.
Igino Giordani fue novelista, publicista, apologista; María Oliva, religiosa Hija de la Caridad Canosiana, que dirigia los primeros pasos de la Obra que el Señor le había inspirado y que fundó el Instituto de Hijas de la Iglesia, deseaba que también sacerdotes y laicos participaran de su espiritualidad y de su carisma.
Las cartas de M. Oliva a I.Giordani cubren un período de tiempo que va desde 1938 a 1973, con picos de correspondencia densa en 1940-1943. Más tarde se la relación epistolar se hizo menos frecuente, por el traslado de la Madre del Véneto a Roma, que favoreció la relación directa.
Las Cartas de M. María Oliv, manifiestan sin reticencias la fuerza de su maternidad espiritual en su expresión más bella, que acompaña y sostiene al hijo espiritual en el camino de la santidad; están llenas de humanidad profunda y dan incandescente testimonio del amor de Dios que se desborda en amor al hombre, llamado a realizar plenamente la vocación cristiana en cada estado de la vida.
El Concilio Vaticano II dijo: "La renovación de la vida religiosa que se adapta a las necesidades de los tiempos comporta de la misma vez el retorno constante a las fuentes de toda vida cristiana y a la inspiración primitiva de los Institutos" (Perfectae caritatis, n. 2). Este espíritu, extraído de esas fuentes, tratan las lecciones impartidas por M. María Oliva a las Hermanas durante el ciclo del primer viernes del mes, de octubre a junio de 1972-1973, a excepción de los meses de noviembre y diciembre. Las lecciones fueron transcritas fielmente por cintas magnéticas.
La voz viva de la Madre regresa en ellas; su corazón ardiente se expresa y se entrega, su carisma emerge, en un discurso maternalmente afectuoso y convincente. Todo esto: la voz, el corazón, el carisma, se presenta a la atención asidua y a la meditación responsable de todas las hermanas, porque sean y permanezcan como las pensó y las amaba la Madre: un solo corazón y una sola alma, para responder con fidelidad a su vocación específica y a su consagración personal.
La Madre María Oliva, en los cinco breves capítulos de este trabajo, describe la espiritualidad de las Hijas de la Iglesia bajo un punto de vista particularmente significativo y moderno: el de la participación. Ser parte de una realidad significa participar no como meros espectadores, sino más bien con una participación plena e interior. Es nuestro llamado a estar en la Iglesia como hijas, que comparten la vida de la familia de Dios; compartir sus riquezas, cuidar de sus intereses, significa ser hermanas de Jesús y de todos sus hermanos, de los hombres de todas las generaciones y de todas las naciones.
Esta apertura universal nos induce a respirar profundamente en el mundo de Dios y nos impulsa a dar testimonio, con humildad y libertad interior, del don recibido.
Del unum sint de la oración sacerdotal nuestra Congregación ha traido inspiración y vida. La unidad, ser un sólo corazón y una sóla alma, fue la súplica, la aspiración y el compromiso constante de la Madre María Oliva. El libro "Ut unum sint" contiene dos series de lecciones espirituales para las comunidades: la octava de oraciones por la unidad de los cristianos de 1964 y la de 1976.
En 1964, María Oliva comentó las palabras de Pablo VI a los Obispos, a su regreso de la Peregrinación a Tierra Santa. También desarrolla los pensamientos que ella misma había escrito para el Calendario de Navidad de las Hijas de la Iglesia, que ella llama "nuestro folleto".
En 1976 sus lecciones comentan el Oremus de la Liturgia del día 18 de Enero: "Inspíranos, oh Dios, el espíritu de tu amor, porque alimentados del único Pan de Vida, formemos un solo corazón y una sola alma".
Es una colección de 11 "Lecciones Espirituales" que María Oliva Bonaldo ofreció a sus hijas sobre el tema de la Oración (1969). Tomando de nuevo las enseñanzas de la Iglesia, les anima así: "Les digo: oren como la Santa Madre Iglesia les enseña. Les enseña a orar como Jesús enseñó y cómo el Espíritu Santo enseñó recientemente, con su Constitución sobre la Liturgia, centralizando todo en el misterio que es la Santa Misa".
Es la sabiduría y la experiencia de la vida que la Fundadora transmite a sus hijas, que las hacen suyas y tratan de vivirla y proponerla a los fieles.
Durante "la Hora Santa" (Adoración eucarística en preparación del 1er viernes de mes), María Oliva comenta sobre la Oración Sacerdotal de Jesús (año 1964), y dice: “Todas saben que el Señor con esta oración pide tres grandes gracias para los suyos, es decir, para sus predilectos: sus sacerdotes, sus apóstoles misioneros; y para sus amadas apóstoles misioneras. Y las tres grandes gracias después se extienden a todos: a todos los que creen en la palabra del sacerdote: "los que creen en mí por su palabra"; a todos aquellos que creen en la misión del sacerdocio católico. A todos, para todos, el Señor pide estas tres grandes y supremas gracias: la consagración en la verdad.
El compromiso para el crecimiento espiritual de sus hijas ha sido un rasgo significativo y constante en la vida de nuestra Fundadora; era un acompañamiento discreto, especialmente en los momentos fuertes de los ejercicios espirituales, durante los cuales, en oración y reflexión, nuestra comunión con el Señor podía consolidarse más. Por lo general, la Madre siguió las instrucciones del predicador y las comentó centrándose en lo que era específico de nuestro carisma.
En el verano de 1972, la salud precaria no le permitió seguir desde cerca este itinerario habitual; pero la enfermedad no la desanimó, y mientras permanecía en su habitación, en la casa general de Sancta Maria, quería hacer llegar un breve comentario sobre el Magnificat, a las nueve hijas que se preparaban para los votos perpetuos y a todas las que participaban en el curso de ejercicios espirituales y se encontraban en la casa Domus Aurea.
El 4 de diciembre de 1963, al finalizar la tercera sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965), el Papa Pablo VI (1963-1978) promulgó la Constitución sobre la Sagrada Liturgia. El Concilio fue un evento de gracia para toda la Iglesia, que ha puesto en movimiento nuevas energías adormecidas en el tiempo, pero despertadas por el poder del Espíritu Santo para el crecimiento de una conciencia eclesial cada vez más madura y participada.
Nuestra Fundadora ha seguido las sesiones conciliares con gran atención, con sentimientos de profunda gratitud, porque reconoció en los pronunciamientos de los Padres Conciliares la plena realización de su Inspiración Carismática. En los Documentos promulgados encontró las líneas de su pensamiento: Sentire cum, per e in Ecclesia; entonces ella hizo su síntesis, asumiendo completamente cada contenido.
El título de este trabajo de María Oliva Bonaldo, entregado a las Hijas de la Iglesia el 27 de diciembre de 1965, nos revela el contenido del comentario que Ella quería dejar a sus "hijitas". Después de haber confiado sus breves reflexiones sobre "De Sacra Liturgia ", no puede negarles ahora el comentario a la Constitución dogmática "De Ecclesia "porque siente el deber de nutrirlas con la Gracia Maternal que el Señor le ha dado para ellas.
"El pan -escribe María Oliva en la introducción- no lo brinda la Gran Madre, la Iglesia, bien trabajado y perfumado. Vuestra pequeña Madre trata de masticarlo para las más incapaces, como hacen todas las madres con sus hijos". Su deseo es que después de haberse alimentado con este "pan de harina", sus hijas "hablen a todos de la amplitud de nuestro Misterio con fervor y ternura" y para esto invoca para ella y sus hijas el don del Espíritu Santo.
María Oliva comparte a sus hijas su reflexión sobre la fe de María, mostrándola como un ejemplo para todo itinerario de vida cristiana. Esta exhortación espiritual se hizo el 1 de febrero de1964, comentando una homilía hecha por S. Exc. Mons. Canisio Van Lierde, Vicario de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, con ocasión de la entrega del Crucifijo a un grupo de nuestras hermanas misioneras, el 25 de enero de 1964.
Fue transcrito de la cinta magnética con motivo del Año de la Fe 2013.
María Oliva en este minucioso trabajo, publicado en 1955, lleva al lector a descubrir el tesoro del amor divino encerrado en el segundo libro de "Revelaciones" [Insinuationes divinae pietatis] de Santa Gertrudis de Helfta, monja cisterciense llamada "la Grande "(1256-1302), destacando en particular la humildad, que ha atraído la complacencia del Señor hacia ella.
La vivacidad y frescura de la palabra de nuestra Madre Fundadora María Oliva siempre nos sorprende. El folleto contiene algunas instrucciones que dio a las Hermanas, reflexionando sobre la liturgia de los domingos de Cuaresma de 1976 y el Domingo de Ramos de 1969, en el que presenta la humildad y la obediencia de Jesús. Fueron tomados de cintas magnéticas en 1996 y mantienen su estilo coloquial y exhortativo.
Surgido de la mente y del corazón de nuestra Fundadora, este librito es su último esfuerzo para redactar las Constituciones renovadas de acuerdo con las indicaciones del Concilio Vaticano II.
Publicado póstumamente en 1977, se ha utilizado ampliamente para la redacción de las mismas Constituciones.
Cuando Pío XI el 11 de diciembre 1925 con la encíclica Quas Primas instituyó la fiesta de Cristo Rey, María Oliva Bonaldo, entonces joven Canosiana, compuso un melodrama: poesía representada, declamada y alternada por el canto y la música. Dividido en cuatro partes, realiza una meditación sapiencial sobre la realeza de Jesús inspirada por las Escrituras y transmitida por la Liturgia y el Magisterio.
¡Bendito este Papa! Es el breve perfíl que M. María Oliva escribe unos meses después de la muerte de Juan XXIII. Basándose en sus escritos espirituales, resalta y manifiesta las virtudes que lo caracterizaron: humildad, bondad, caridad, piedad, paciencia, castidad angelical, pobreza evangélica, obediencia. También recuerda las reuniones que tuvo con él durante el período en que fue Patriarca de Venecia y durante su Pontificado.
Durante los ejercicios espirituales de sus hijas, M. María Oliva solía agregar instrucciones breves a las meditaciones del sacerdote predicador, para ayudarlas a reflexionar sobre la especificidad de su vocación y misión. Este folleto contiene sus últimas "lecciones", tenidas en Roma del 25 de junio al 4 de julio de 1976, solo 6 días antes de su muerte. Comenta para las más jóvenes la fórmula de los votos y destaca su responsabilidad como "confundadoras".
"Nací del amor y el dolor, como todos los seres vivos, en la bodega de carbón de un pueblo romano, mientras se celebraba la Santa Misa". Con estas palabras, la Madre María Oliva comienza la fascinante historia en la que habla en primera persona la "pequeña capilla viajera", una creación muy original nacida de su ardiente deseo de hacer sentir la presencia de la Iglesia Madre aentre los más pobres y marginados.
Mi historia se realiza en cuatro episodios, cuatro folletos relacionados pero independientes, con textos breves, casi poéticos y enriquecidos con fotos elocuentes. El primero presenta todas las etapas del nacimiento de "Asunta", con la participación de los trabajadores y técnicos en el taller Bianchi de Varese, y sus primeros pasos apostólicos. (Capillas viajeras, n. 1).
El segundo episodio: Mi historia: mis hijos ,nos deja entrar en los suburbios romanos sin iglesias, para celebrar con el pueblo de Dios las principales festividades del año litúrgico con una participación cada vez más intensa. (Capillas viajeras, n. 2).
En el tercer episodio: Mi historia: tengo una hermana "Asunta" se complace en presentar a su gemela "Inmaculada", nacida para llegar a las periferias de Bolonia (Capillas viajeras, n. 3).
El último episodio: Mi historia: hablo yo "Teresita" la Capilla viajera más pequeña y recien nacida, se dice destinada a las jóvenes aspirantes Hijas de la Iglesia; esta participa en el itinerario de crecimiento de las jovenes y las hace participar en sus eventos (Capillas viajeras, n. 4).
Las cartas de la Madre María Oliva Bonaldo (1893-1976) a d. Ciro Scotti (1883-1943) son un documento extraordinario del incontenible y firme impulso que guió nuestra Fundadora en la realización de la obra, que el Señor le había inspirado.
Don Ciro Scotti fue un verdadero "hermano del alma" en el camino espiritual de María Oliva, desde la juventud hasta los primeros años de la fundación. Por lo tanto, estas cartas representan un testimonio autobiográfico fundamental, una historia de su maternidad espiritual, una guía importantísima para el conocimiento de ella y de su carisma.
En preparación para la solemnidad de Pentecostés, en 1970, María Oliva quería presentar a las Hermanas de la Comunidad de la Casa General en Roma, una lectura en profundidad de la Secuencia Veni, Sancte Spiritus. Su comentario ofrece valiosas indicaciones para la vida espiritual: un camino de docilidad al Espíritu Santo que, purificando el alma, lo predispone a la contemplación.
Corazón de Jesús es el título que la Fundadora elegió para su Comentario sobre las Letanías del Sagrado Corazón, como respuesta a la Carta Apostólica de Pablo VI Investigabiles divitias Christi (sobre los tesoros infinitos de la caridad del Corazón de Cristo) del 6 de febrero de 1965, escrita con motivo del segundo centenario de la institución de la fiesta litúrgica.
El Papa subraya que "El Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, es símbolo e imagen expresiva del amor eterno, en el que Dios amó tanto al mundo hasta entregar a su Hijo unigénito" (Jn 3,16); y propone ayudar al Pueblo de Dios a penetrar en este gran misterio.
María Oliva ha preparado un comentario apasionante sobre las 33 Letanías del Sagrado Corazón, consciente de que este ejercicio piadoso, recomendado por la Iglesia, puede enriquecer la oración y atraer a la contemplación de la ternura y misericordia del Señor Jesús. Ella se dirige a Él directamente con confianza filial y deseo vivo de compenetrarse en sus sentimientos.
Los diseños que acompañan el texto, realizados por nuestra hermana Antonietta Barbiero de S. Juan de la Cruz, son un intento posterior de hacer que las personas gusten la riqueza del misterio contemplado.
Un año después de la muerte de la Fundadora M. María Oliva Bonaldo del Cuerpo Místico (10 de julio de 1976) nació este folleto que recoge extractos de varios de sus escritos, muchos de ellos aún inéditos.
La Sabiduría del Corazón es una preciosa antología que permite acercarse a esta criatura privilegiada recogiendo los sabrosos frutos de su intimidad con Dios y su amor por la Iglesia Madre.
Como escribe el compilador de la obra, Salvatore Garofalo: “la vasta cultura, la meditación asidua y profunda en presencia de Dios, la inspiración poética, la voluntad de comunicar las alegrías de la fe, el calor de la caridad, una ternura exquisitamente materna, hacen de las páginas de este libro un ejemplo de “Sabiduría del Corazón”.
En una breve biografía, la Madre María Oliva Bonaldo del Cuerpo Místico recogió los testimonios sobre la vida de Emma Moser (1950-1962), una niña privilegiada que, deseosa de llegar a ser religiosa, en 1961 emprendió ese camino en nuestro Colegio Apostólico de Santa Teresa del Niño Jesús; pero un año más tarde, enfermó gravemente de leucemia. Ella ofreció su vida por el Concilio Ecuménico Vaticano II.
Es una historia sencilla, en la que brilla la alegría de darse sin reserva a Jesús, bajo la mirada de María su Madre.
Emma nos muestra que el deseo de pertenecer totalmente al Señor es un don que se puede acoger incluso a una edad muy temprana y que madura en el sencillo camino cotidiano hacia la plena configuración con él.
En la Sagrada Escritura, el corazón está en la base del vínculo religioso-moral del hombre con Dios, en cuanto es el centro de toda la vida espiritual del hombre y es el principio de vida, memoria, pensamiento, voluntad, interioridad: sede del encuentro con Dios.
El origen de la veneración del Inmaculado Corazón de María encuentra su justificación en las palabras del evangelista Lucas, quien lo presenta como un cofre que conserva todos los hechos relacionados con Jesús, su Hijo.
El primer rastro de culto público que conocemos se encuentra en Nápoles en 1640, en la Hermandad del Corazón de María, fundada por San Juan Eudes, quien también difundió la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
La fiesta, establecida localmente en 1805, se extendió a toda la Iglesia católica en 1944, para conmemorar la consagración de la humanidad al Inmaculado Corazón de María solicitada por la Virgen en 1917 a los pastorcillos de Fátima y realizada por el Papa Pío XII en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial.
Inicialmente se fijó en la octava de la Asunción de María, el 22 de agosto; con la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II se trasladó al sábado posterior a la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y en 1996 quedó establecida la Memoria Obligatoria.
No ha sido posible rastrear la fuente de la que se basó M. María Oliva al reportar los títulos de estas Letanías. Sin embargo, su Comentario es un documento precioso que nos permite acercarnos a la rica espiritualidad mariana de la Fundadora, quien en 1964 se sintió inspirada a meditarlas para nosotras sus Hijas, subrayando la plena participación del Corazón de María en los misterios del Hijo y destacando su preocupación maternal hacia la Iglesia y cada uno de nosotros.
La veneración de la Preciosa Sangre de Cristo floreció en la Iglesia en relación con el misterio de la Eucaristía.
La devoción específica a la Preciosa Sangre fue un fenómeno especial de piedad flamenca en los siglos XV y XVI. Tomó su forma moderna con Santa Catalina de Siena (1347-1380), y unos siglos más tarde con San Gaspare del Bufalo (1786-1837).
El Beato Pío IX, para celebrar la universalidad y eficacia redentora de la Sangre de Cristo, instituyó su fiesta litúrgica en 1849, dejándola fija el 01 de julio.
En 1970, con la reforma del calendario litúrgico tras el Concilio Vaticano II, esta fiesta se unió a la celebración del Corpus Christi.
En cuanto a las Letanías de la Preciosa Sangre de Cristo, no tenemos información precisa sobre la época en que fueron compuestas; sin embargo, sí conocemos la fecha de su aprobación, el 24 de enero de 1960 por San Juan XXIII; el mismo Pontífice que el 12 de octubre del mismo año añadió a la invocación del «Bendito sea Dios» la invocación «Bendita sea su Preciosísima Sangre».
En este contexto de gran devoción a la Sangre de Cristo, M. María Oliva en 1964 se comprometió a hacer un breve comentario sobre cada Letanía, ofreciéndonos a sus Hijas, con corazón de esposa enamorada, una reflexión contemplativa sobre el misterio de nuestra redención, realizada por el Señor Jesús con el derramamiento de su Sangre para nuestra salvación.
Así se autodenominó Nuestra Señora cuando, el 13 de mayo de 1917, se apareció a Lucía y a sus primos en “Cova da Iria”.
La Fundadora, siempre atenta a las llamadas de María y a los lugares perfumados por su presencia, después de haber constituido una pequeña comunidad dedicada a la adoración en el Santuario de Lourdes, Ciudad de Oración, también sueña con poder establecer una en Fátima.
En la extensa Introducción M. María Oliva sintetiza el viaje Lourdes-Fátima, llevado a cabo a finales de la primavera de 1959 para hacer un sondeo sobre la posibilidad de construir una "casa de soledad" reservada para un grupo de hermanas dedicadas a la oración contemplativa en la Ciudad de la Penitencia.
El proyecto comenzará después de una década, en 1970.
Fascinada por la historia de los tres pastorcitos, M. María Oliva presenta brevemente su historia antes, durante y después de las apariciones; en particular, destaca la misión especial de cada uno de ellos según su propia naturaleza: Jacinta se siente atraída por el “Jesús escondido” y particularmente conmovida por el sufrimiento del Papa; Francisco llega a ser un contemplativo penitente, siempre deseoso de consolar a Jesús; Lucía será la portavoz de la Virgen y de la insistente petición de consagrar el mundo a su Corazón Inmaculado.
El último capítulo del pequeño opúsculo librito está dedicado al prodigio de las palomas, que acompañaron las peregrinaciones de la imagen de Nuestra Señora de Fátima en sus viajes por todo el mundo: un homenaje de candor a la Reina de la Paz.
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