Mar, 21 Dic 21 Lectio Divina - Anno C
Este Domingo de la Sagrada Familia, la familia de Jesús, es una buena ocasión para reflexionar sobre nuestras propias familias. La pregunta que surge espontáneamente, cuando miramos a la de Nazaret, es: cómo ser hoy la familia que Dios quiere.
Los relatos de infancia de Jesús, en Lucas, no dejan de contagiarnos su gracia. Cada detalle es significativo porque nos ayuda a comprender a Jesús, quien poco a poco se va manifestando. Por ejemplo, la primera aparición en público de Jesús se realiza en el Templo; así se realiza la profecía de Malaquías: “Enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis”
En el pasaje del Evangelio que hoy se nos proclama, es María quien interroga a Jesús: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». En estas palabras de María vemos mencionados los tres componentes esenciales de una familia: el padre, la madre, el hijo. El pasaje del Evangelio de la festividad termina con una escena de vida familiar que permite entrever toda la vida de Jesús desde los doce a los treinta años: «Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre iba guardando todas estas cosas en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios y los hombres».
Que la Virgen obtenga a todos los niños del mundo el don de poder, también ellos, crecer en edad y gracia, rodeados del afecto de un padre y de una madre.
Como respuesta proponen el maravilloso plan de Dios sobre la familia. La profunda vivencia del misterio de la Navidad, que celebramos cada año, reanima nuestra esperanza; solo cuando las familias construyan sobre la roca del amor podrán hacer frente a las adversidades. No vale cualquier material de construcción, ni cualquier cimiento. La roca sobre la que se debe cimentar la familia es Jesucristo».
Las familias, como iglesias domésticas, también deben convertirse en discípulas misioneras de ese amor. Frecuentemente son quienes están mejor situadas para ofrecer este primer anuncio, apoyar, fortalecer y animar a otras familias, que luego dará lugar a la acogida y al acompañamiento a cada una y a todas las familias, para que puedan descubrir la mejor manera de superar las dificultades que encuentran en su camino.
Contemplemos con asombro que la encarnación del Hijo de Dios abre un nuevo inicio en la historia universal del hombre y la mujer. Y este nuevo inicio tiene lugar en el seno de una familia, en Nazaret. Jesús nació en una familia. Él podía llegar de manera espectacular, o como un guerrero, un emperador… Pero muy al contrario, viene como un hijo de familia. Esto es importante: contemplar en el belén: esta escena tan hermosa.
Pongamos nuestra mirada en la Sagrada Familia, y contemplemos cómo el amor arde en nuestros corazones y se convierte en un fuego fecundo; una contemplación que nos ayudará a anunciar a todos el mensaje de salvación