Seg., 18 Nov. 19 Lectio Divina - Ano C
Esta solemnidad litúrgica reciente, instituida por el Papa Pio XI en 1925, cierra el año eclesial con una visión de armonía y de paz. Una armonía que no está construida con ideales, planificación y esfuerzo de las grandes potencias, ni siquiera con el terror o la imposición del poder, sino a través del amor. Al centro de la escena debemos colocar a Cristo en la cruz: como ultimo acto de su reino terrestre y como primer gesto de su Reino glorioso, ofrece perdón y salvación.
Celebramos esta solemnidad, que concluye el año litúrgico, en la cual contemplamos a Jesús, que reina, pero de una manera inaudita: desde la cruz. Y no es poca cosa, pues al estar en la cruz es tentado una vez mas: las tentaciones del desierto vuelven: “Si eres tú…” le dijo el tentador y hoy es el pueblo, las autoridades, los que pasan; es mas... hasta uno de los malhechores le pone a Jesús una vez mas la tentación de salvarse a si mismo. Pero Jesús ya lo había dicho en su predicación, “El que quiera salvar su vida la perderá”.
Es una fiesta que nos recuerda que ni de nuestras vidas somos dueños, que Cristo debe imperar en nuestros corazones; con humildad, con sinceridad, reconocernos como lo que somos delante de El y así poder decirle: Acuérdate de mi, cuando estés en tu reino. Y con su amor inmenso nos acoja en su reino y nos diga: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, como a Zaqueo “La salvación ha llegado hoy a esta casa”, como a los pastores en Belén “Hoy les ha nacido el Salvador”. Es este Hoy de Dios, en el que el Reino se construye y se vive, este tiempo que nos toca vivir y responder al amor misericordioso que ha movido a Jesús a entregarse por nosotros para llevarnos al paraíso.
Me corona el dolor de los inocentes.
Me retiene un amor invencible.
Me acompañan los desheredados,
los frágiles, los de corazón justo,
todo aquel que se sabe fuerte en la debilidad.
Mi poder no compra ni pisa,
no mata ni obliga, tan solo ama.
Me viste la dignidad de la justicia
y cubre mi desnudez la misericordia.
Míos son quienes dan sin medida,
quienes miran en torno con ojos limpios,
los que tienen coraje para luchar
y paciencia para esperar.
Y, si me entiendes, vendrás conmigo.
José María Rodríguez Olaizola, sj